Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.
Carta de Yoko Ono a John Lennon en el 27 aniversario de su asesinato
Con este episodio, terminamos la cuarta temporada de Epistolar. Seguí nuestras redes sociales para conocer las novedades y cuándo será el inicio de la próxima temporada.
El hecho es uno de los más terribles de la historia del rock y de la música en general. Algo que enlutó a millones de fans en todo el mundo. El 8 de diciembre de 1980, un hombre llamado Mark David Chapman mató a John Lennon cuando salía del edificio Dakota de Nueva York. Se acercó al músico, que estaba junto a Yoko Ono, y le pidió que le firmara un disco. Luego, sacó su arma calibre 38 y disparó cinco tiros contra el músico. Tiempo después dijo que lo hizo porque quería convertirse en una celebridad.
En esta carta, Yoko le escribe a John a 27 años del asesinato. La artista japonesa, injustamente demonizada como la bruja que separó a Los Beatles, le dice cuanto lo extraña, repasa la vida juntos y cuenta cómo aprendió a lidiar con el dolor de perderlo de repente, sin tiempo para un último abrazo. Lee la actriz Marina Avilés.
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Te extraño, John. 27 años han pasado y todavía deseo poder regresar el tiempo hasta aquel verano de 1980.
Recuerdo todo, compartiendo nuestro café matutino, caminando juntos en el parque en un hermoso día y ver tu mano tomando la mía que me aseguraba que no debía preocuparme de nada porque nuestra vida era buena.
No tenía idea de que la vida estaba a punto de enseñarme la lección más dura de todas. Aprendí el intenso dolor de perder a un ser amado de repente, sin previo aviso, y sin tener el tiempo para un último abrazo y la oportunidad de decir “te amo” por última vez.
El dolor y la conmoción de perderte tan de repente está conmigo cada momento de cada día.
Cuando toqué el lado de John en nuestra cama la noche del 8 de diciembre de 1980, me di cuenta que seguía tibio. Ese momento ha quedado conmigo en los últimos 27 años y seguirá conmigo por siempre.
Yoko Ono
12/28/2022 • 4 minutes, 32 seconds
Carta de Hannah Arendt a Martin Heidegger (Lee Alexia Moyano)
Martin Heidegger y Hannah Arendt se conocieron a inicios de la década del 20. Él tenía 35 años y estaba casado. Ella 17. Fue un romance intenso -y a escondidas- de profesor y alumna. Él filosófo. Quizás el más importante del Siglo XX, alguien que marcó un giro en el pensamiento filofósico. Ella escritora y teórica política.
Aunque estuvieron juntos sólo un par de años, hubo algo que se mantuvo casi inalterable en el vínculo: la tradición del carteo. Comenzaron a escribirse poco tiempo después de conocerse y el intercambio se extendió hasta 1975, algunos meses antes de la muerte de él.
En esta carta, Arendt le habla de amor. Del que tuvieron, de las huellas que dejó en ella y se hace preguntas sobre el misterio de amar a alguien, de descubrir el quién, dice ella. Lee la actriz Alexia Moyano.
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No me olvides, ni olvides hasta qué punto sé viva y profundamente que nuestro amor se ha convertido en la bendición de mi vida. Es una certeza inquebrantable, incluso hoy, en que yo, que no sabía estar quieta, he encontrado arraigo y pertenencia junto a un hombre que quizás sea de quien menos lo hubieras esperado...Porque el amor, aunque es uno de los hechos más raros en la vida humana, posee un inigualado poder de autorrevelación y una inigualada claridad de visión para descubrir el quién, debido precisamente a su desinterés (…) por lo que sea la persona amada, con sus virtudes y defectos no menos que con sus logros, fracasos y transgresiones. Es que sí, es cierto, nos descubrimos cuando amamos.
Hannah Arendt
11/30/2022 • 4 minutes, 17 seconds
Carta de Juana Manso a las maestras
Esta carta fue escrita por una mujer necesaria. Juana Manso fue muchas cosas. Escritora, traductora, periodista, maestra y precursora del feminismo en la Argentina.
Nació en Buenos Aires en una familia de clase media alta en 1819. Vivió en Uruguay y Brasil. Fue forjando, con el tiempo, la idea de que la educación era clave para la emancipación de la mujer. Y la historia la recuerda como una libre pensadora, una mente brillante que luchó por construir una educación pública, popular, moderna y laica en la Argentina.
Introdujo nuevos métodos de enseñanza, que eran revolucionarios para la época. Por ejemplo, fue la impulsora de la enseñanza del inglés en las escuelas públicas y promovió los concursos por méritos y antecedentes en todos los niveles. Y quiso igualar la inclusión educativa de niñas, adolescentes y mujeres. Además, dirigió Anales de la Educación Común, la revista pedagógica más importante de la época, en la que buscaba revalorizar la formación docente, especialmente la de las maestras jardineras.
Esta es una carta abierta dirigida a sus colegas, en la que Juana Manso va a las cuestiones medulares del asunto. Se pregunta -y les pregunta a las maestras- cuestiones profundas, como qué es educar, qué rol tiene el juego en la vida de los niños y cómo formarse en una profesión que, en esos años, no tenía manuales. Carta de Juana Manso. Carta de una personalidad inquieta y libre, que nació hace más de 200 años. Pero sigue haciendo escuela. Lee la actriz Mónica Ceballo.
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Señoras y señoritas:
Hoy vamos por vez primera a darnos cuenta a nosotras mismas del grande objeto que nos reune aquí. Vamos a preguntarnos qué entendemos por educación, qué por instrucción, cuál es nuestra misión como maestras y como mujeres. Y trataremos de averiguar a qué distancia estamos del error y a cuál de la verdad.
Preguntémonos pues, ¿qué es la educación? Sin la concepción clara de lo que ella significa, sin el ideal perfecto de sus tendencias y medios de acción, el maestro procederá a tientas. No se dará cuenta del objeto que se propone alcanzar. Hoy será frívolo y mañana severo, sin clara noción de lo que pretende realizar. En vez de una obra de bendición habrá estropeado millares de almas para toda una eternidad.
Educación pues, no según mi capricho o pobre capacidad sino según la definen los maestros de la ciencia, es fortificar el cuerpo desde la más tierna edad según las leyes de la salud para que pueda resistir a las enfermedades. Educación es preparar la mente para comprender las relaciones de la sociedad; atraer a una manifestacion activa todas las facultades con que ha sido dotada para que obre en el conjunto armónico de la acción y adquirir conocimientos útiles. Educación es robustecer la naturaleza moral donde reside el sentimiento del deber, que debe reglamentar nuestra conducta honorablemente en la vida privada como en la vida pública.
Para llenar cumplidamente este objetivo, no basta que las maestras tengan sólo buen corazón porque suponer eso equivaldria a negar que la educación es una ciencia cayendo en el antiguo obscurantismo. El pensamiento que preocupa hoy no es tan solo la cantidad de instrucción que se puede derramar en los niños sino el mejor método y los medios más eficaces para vigorizar sus facultades de manera que puedan adquirir por sí mismos el caudal de los conocimientos.
Cuál de nosotras no ha repetido cien veces al día en su escuela: “Que el niño no juegue”. Tan lógico habría sido decirle: “Que el niño no respire” Porque el juego es para él la vida. Prohibir al niño que juegue es violentar la naturaleza, mientras que aprovechar su propensión al juego haciendo de éste un medio de educación y de instruccion es la verdadera sabiduría y motor de la disciplina escolar porque la ocupación continua y agradable es el mejor antídoto contra la ociosa turbulencia.
Si a expensas de la mente, se cuida solo del cuerpo es claro que la civilizacion naufraga. Y si dejamos el corazón sin cultivo moral,
11/2/2022 • 10 minutes, 41 seconds
Carta de El Tomi a su amigo Roberto Fontanarrosa (Lee Quique Pesoa)
¿Hace cuánto no le decís te quiero a un amigo? ¿Por qué nos cuesta tanto a los hombres expresar las emociones? Esta carta tiene como protagonistas a dos hombres, que son amigos y que comparten el oficio del humor gráfico. El dibujante rosarino Tomi Müller, conocido por tu nombre artístico El Tomi, le escribe a su colega y amigo Roberto Fontanarrosa, a diez años de la muerte de “El Negro”. Aprovecha para decirle te quiero. Recuerda una de esas charlas sin sentido que tienen los amigos, que justamente son la pulpa de cualquier amistad. Y, sin dejarlo explícito, le dice cuánto lo extraña. Lee el locutor y periodista Quique Pesoa.
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Hola, Negro, te escribo para decirte que te quiero, a lo mejor te parece una boludez, pero igual te la digo. Porque estuve pensando en la cantidad de veces que uno no dice ‘te quiero’ cuando lo tiene que decir, y entonces me vino a la memoria aquella tarde en la que hablábamos de porqué las frases célebres son célebres. Me acordé y me dije, le voy a escribir al Negro para decirle que lo quiero.
Resulta que vos no creías en las frases célebres. Vos, justamente, que resolvés cada uno de tus chistes con una frase célebre que lo convierte siempre en el mejor chiste del mundo, no creías en las frases célebres. ¿Te acordás?. Entonces decidí reírme un rato, y a pesar de que tus teorías eran poco menos que irrebatibles, tratar de demostrarte que las frases célebres tienen algún valor, qué se yo, a lo mejor anecdótico, no sé, pero alguna enseñanza dejan, algo que las hace perdurar en el tiempo, que las hace ser transmitidas de generación en generación.
No alcancé a emitir ni un sonido y vos me dijiste -Fijate en aquella frase que dijo San Martín, por ejemplo, ‘serás lo que debas ser o si no, no serás nada’, es una boludez- Yo te miré tratando de repetir en silencio la frase de San Martín en mi cabeza para analizarla. Por un momento me sentí como el Quijote cuando se volvía loco intentando entender aquellos trabalenguas de los libros de caballería, tales como el archiconocido ‘la razón de la sinrazón que a mi razón se hace’, y cuando me decidí a elaborar una respuesta vos ya estabas resoplando una risita socarrona mientras murmurabas -pensala, es una verdadera boludez-.
Mucho tiempo después, más precisamente cuando te fuiste ahí adonde estás ahora, pensé en aquella tarde de las frases célebres, de esa casi falta de respeto a los próceres y de la casi falta de respeto que la vida tuvo con vos, y me reí, primero despacito, después mucho, después no podía parar, y al final lloré. Tenías razón, las frases célebres son una boludez.
Y por eso te escribo, para decirte que te quiero, aunque para vos ‘te quiero’ puede que sea la frase célebre más célebre de todas y por ende, la que más posibilidades tiene de ser una boludez… y creo que seguís teniendo razón, como en cada uno de tus chistes, a los que con una sola frase célebre los convertís siempre en el mejor chiste del mundo. Bueno, era eso nada más. Chau, o sea, chau de nuevo, Negro. el Tomi
7/21/2021 • 5 minutes, 45 seconds
Carta de Vita Sackville-West a Virginia Woolf (Lee Daniela Pal)
Vita Sackville-West fue una escritora y diseñadora de jardines nacida en Inglaterra. A inicios de la década del 20, conoció a Virginia Woolf. Las dos estaban casadas, pero iniciaron un romance. Quizás fue algo más que un romance. Se convirtió en un símbolo; en uno de los idilios lésbicos más icónicos del siglo XX.
Vita le escribe a Virginia esta carta en el medio de un viaje. Lo hace en las paradas del tren. La extraña. La ama desesperadamente. “Has roto mis defensas”, le dice. Lee la actriz Daniela Pal.
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Estoy reducida a un objeto que quiere a Virginia. Te escribí una carta hermosa en las horas de insomnio y de pesadilla, y todo se ha ido: te extraño, en una manera humana, desesperada y bastante sencilla.
Tú, con todas tus cartas sin boberías, nunca escribirías una frase tan elemental como esa; quizás ni siquiera lo sientes. Y aún más, creo que sientes un pequeño hueco. Pero vestirías en tan exquisita forma la frase que perdería un poco de su realidad.
Mientras que conmigo es bastante absoluto: yo te extraño aún más de lo que podría haber creído; y estaba preparada para extrañarte mucho. Así que esta carta es apenas una protesta de dolor realmente. Es increíble cuán esencial has llegado a ser para mí. Supongo que estás acostumbrada a personas que dicen estas cosas.
Maldita seas, criatura consentida; yo no haré que me ames nada más alejándome como ahora pero, ah mi querida, yo no puedo ser astuta y reservada contigo: te quiero demasiado para eso. Demasiado sinceramente. No tienes la menor idea cuán reservada puedo ser con personas que yo no adoro. Lo he convertido en una de las bellas artes. Pero has roto mis defensas. Y yo no lo resiento realmente.
Sin embargo, no te aburriré con más.
Hemos arrancado de nuevo, y el tren se sacude otra vez. Tendré que escribir en las estaciones –que afortunadamente son muchas a través de la llanura.
Ahora estoy en Venecia.
Las estaciones eran muchas, pero yo no negocié el Oriente Express para parar en ellas. Y aquí estamos en Venecia durante diez minutos solamente –un tiempo despreciable para tratar de escribir–. Sin tiempo de comprar un sello italiano aún, así que esto tendrá que salir desde Trieste.
Las cataratas en Suiza se congelaron en sólidas cortinas iridiscentes de hielo, colgando sobre la piedra; tan encantador. E Italia toda cubierta de la nieve.
Arrancamos otra vez. Tendré que esperar hasta Trieste mañana por la mañana. Perdóname por favor por escribir una carta tan miserable.
Vita.
4/15/2020 • 5 minutes, 25 seconds
Carta de Antonin Artaud (Lee Horacio Roca)
“Vivir no es otra cosa que arder en preguntas”. La frase es de Antonin Artaud, poeta, actor y dramaturgo. Alguien que tuvo muchas vidas, arrebatos geniales y momentos de oscuridad. El francés pasó varios años de su vida en asilos de locos, a los que llamaba “refugios de miseria humana”. Ese tiempo de reclusión lo llevó a desarrollar un gran odio por la psiquiatría. Esta carta fue escrita en 1925 y está dirigida a los directores de esos asilos. Una mente brillante que argumenta. Y que sabe de lo que habla. Lee el actor Horacio Roca.
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Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales. La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano.
No pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la confusión de la materia y del espíritu, ¿cuántas nobles tentativas se han hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una ensalada de palabras?
No nos sorprende ver hasta qué punto ustedes están por debajo de una tarea para la que sólo hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra el derecho concedido a ciertos hombres de dar por terminadas sus investigaciones en el campo del espíritu con un veredicto de encarcelamiento perpetuo.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe -nunca se sabrá lo suficiente- que los asilos, lejos de ser “asilos”, son cárceles horrendas donde los recluidos proveen mano de obra gratuita y cómoda, y donde la brutalidad es norma. Y ustedes toleran todo esto. El hospicio de alienados, bajo el amparo de la ciencia y de la justicia, es comparable a los cuarteles, a las cárceles, a los penales.
No nos referimos aquí a las internaciones arbitrarias, para evitarles la molestia de un fácil desmentido. Afirmamos que gran parte de sus internados -completamente locos según la definición oficial- están también recluidos arbitrariamente. Y no podemos admitir que se impida el libre desenvolvimiento de un delirio, tan legitimo y lógico como cualquier otra serie de ideas y de actos humanos.
La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable en principio. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social. Y en nombre de esa individualidad, que es patrimonio del hombre, reclamamos la libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y obran.
Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se derivan.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica, recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre los cuales, reconózcanlo, sólo tienen la superioridad que da la fuerza.
Antonin Artaud.
4/8/2020 • 6 minutes, 31 seconds
Carta de Oriana Fallaci (Julieta Vallina)
Oriana Fallaci fue escritora y periodista. Considerada como la primera mujer italiana corresponsal de guerra. Una cronista brillante, con un carácter duro, quizás marcado por su infancia en la Italia de Mussolini. Su padre era albañil y partisano antifascista. El 21 de agosto de 1973, Fallaci conoció a Alekos Panagoulis el día que salió de la cárcel. El fue uno de los líderes de la oposición griega a la Dictadura de los Coroneles. Fue perseguido, torturado y luego apresado. Lo que comenzó como una charla entre un político y una periodista terminó en un romance hasta el día de la muerte del griego. Esta carta fue escrita en los primeros momentos de ese amor intenso y tormentoso. Un amor a primera vista, que la inspiró para escribir ese maravilloso libro llamado “Un hombre”. Lee la actriz Julieta Vallina.
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Alekos querido,
Te había escrito una larga carta. Pero la tiré. No me sentía, y todavía no me siento autorizada a decirte ciertas cosas. Te lo diré en voz alta, creo, cuando vuelva a verte. A veces es mucho más fácil usar palabras que, por escrito, dan miedo. Aunque sean palabras hermosas. O tal vez precisamente porque son palabras demasiado hermosas.
Hoy solo quiero agradecerte. Agradecerte por existir, por haber vivido, por haberme regalado veinticuatro horas nobles y una hora feliz. Veinticuatro horas no son muchas, normalmente, para comprender a una criatura. Una hora no es mucho, normalmente, para sentir felicidad. Pero cuando, como tú, se ha aprendido a medir el tiempo sin tiempo, veinticuatro horas pueden ser suficientes para comprender y una hora puede ser suficiente para darnos la mano sin sospechas de burla. Te agradezco también haberme permitido invadir tu privacidad con consejos no solicitados. Te ruego pensarlos y te repito: has visto tanta fealdad en estos cinco años, tanta oscuridad. Ahora debes regalarte a ti mismo un poco de belleza y un poco de luz. Es un deber hacia ti mismo como ser humano, y es un deber hacia tu equilibrio nervioso, tu espléndida inteligencia. También el equilibrio más fuerte, la inteligencia más espléndida, necesitan luz, espacio, amor. Si no, se marchitan como un árbol sin agua. Espero que me permitas darte esa agua. Aunque no siempre será fácil. Soy una persona que trabaja y tiene una vida muy dura, muy difícil. No siempre puedo hacer lo que quiero, ir donde quiero. Siempre hay un viento que me arrastra del lugar donde me gusta estar, como ciertos pájaros obligados a emigrar constantemente. Pero, si me lo permites, si te gusta, prometo desviar el viento en tu dirección. Y es una promesa seria. Soy una persona seria. Tal vez hasta demasiado seria. Y, puesto que soy seria, no digo mentiras. No dije una mentira ayer, cuando tuve que irme. No había lugares en el avión para el día siguiente. Y no podía permitirme perder un día. Mañana mi trabajo debe estar terminado y, también hacia ti, mi primer deber es usar mi profesión y mis capacidades para contar a los demás quién eres. Debes comprender. Sé que, en el fondo de tu mente, comprendes. Por otro lado, fue mejor así. Es mucho mejor y más correcto que vuelvas. De todos modos, volveré pronto.
Ocho o diez días pasan rápido. E incluso si fueran doce días… Te ruego: espera. Quien ha esperado la libertad por años puede esperar también a una persona por unos días. Si veinticuatro horas pueden ser tan largas como veinticuatro días, diez días pueden ser breves como doce horas. Para mí es así. Y espero que sea así también para ti. Es todo, por hoy. Por otro lado, no sé si entenderás esta carta en italiano. Eso es terrible. Sí, realmente terrible no poder hablarle solo a una criatura a la que se tiene todo para decirle. ¿Aprenderás realmente el italiano para hablarme y escucharme sin la presencia de otros? No lo creo, pero lo espero. Porque no tengo tiempo para aprender griego y debo contar contigo.
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4/1/2020 • 9 minutes, 56 seconds
Carta de Scott Fitzgerald (Marcelo Bertuccio)
Todo el mundo habla del coronavirus. Todos lo estamos padeciendo. La idea de este episodio no es volver a la pandemia ni sumar calorías a tu menú de noticias. Por primera vez en la historia de Epistolar -y creo que las circunstancias lo merecen- elegimos una carta apócrifa. En una humorada, quizás en un intento por calmar tanta angustia, el guionista Nick Farriella se puso por un momento en la piel del escritor Scott Fitzgerald. Imagina que estamos en la década del 20 en el sur de Francia. Todos están en cuarentena a raíz de la pandemia de la gripe española. Una carta excepcional para una situación atípica. Lee el actor Marcelo Bertuccio.
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Querida Rosemary,
Es un día triste y límpido. Te agradezco tu carta. Afuera, percibo lo que puede ser una colección de hojas caídas luchando contra un tacho de basura. Eso suena como jazz en mis oídos. Las calles están tan vacías.
Parece que la mayor parte de la ciudad se ha retirado a sus casas, con razón. En este momento, es muy conveniente evitar todos los espacios públicos. Incluso las barras, como le dije a Hemingway, pero me contestó con un puñetazo en el estómago, a lo que le pregunté si se había lavado las manos. No lo había hecho. Es muy negador y no entiendo por qué considera que el virus es “solo” influenza. Tengo curiosidad por sus fuentes.
Los funcionarios nos han alertado. Quieren asegurarse de que tenemos provisiones para un mes. Zelda y yo nos hemos abastecido de vino tinto, whisky, ron, vermut, ajenjo, vino blanco, jerez, ginebra y brandy, por si lo necesitamos. Por favor, ora por nosotros.
Deberías ver la plaza, oh, es terrible. Lloro por las malditas eventualidades que trae este futuro y por las largas tardes que avanzan lentamente. Zelda dice que no es excusa para beber, pero no puedo estabilizar la mano.
A lo lejos, vista desde mi melancolía, la costa está envuelta en una bruma opaca donde puedo discernir una penitencia incesante que ha estado yendo y viniendo durante mucho, mucho tiempo. Y, sin embargo, entre la línea de nubes agrietadas de la tarde, me concentro en una sola luz, que me invita a creer en un día mejor.
Fielmente suyo,
Scott Fitzgerald.
3/25/2020 • 4 minutes, 40 seconds
Carta de Enrique Angelelli (Nelson Rueda)
Enrique Angelelli fue designado obispo de La Rioja en 1968. Desde que asumió, comenzó a realizar un intenso trabajo pastoral con trabajadores y campesinos. A raíz de eso, él y sus colaboradores fueron perseguidos por parte del poder económico y político de la provincia y a nivel nacional.
El 4 de agosto de 1976, el obispo murió en un supuesto accidente de tránsito. Después de un largo proceso judicial, un juez lo dictaminó como “homicidio calificado”, aunque no se identificó a los responsables. Recién en 2014, se condenó a los militares Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella como los autores intelectuales del asesinato.
La carta que ahora vas a escuchar fue escrita el 20 de febrero de 1972, cuando el país estaba bajo la dictadura de Agustín Lanusse. Es uno de los textos que lo hicieron popular y que lo convirtieron en un blanco de la represión. Lee el actor Nelson Rueda.
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Carta pastoral de Cuaresma:
Quisiera señalar algunas manifestaciones de inmoralidad, con la finalidad de que esto nos ayude a pensar y optar en la vida, sea ella privada o pública.
No debemos sentirnos fuera de época si señalamos que:
Es inmoral una orquestada y comercializada pornografía que invade nuestra vida ciudadana, hasta hacer perder el gusto y el sentido de la vida...
Es inmoral domesticar y despersonalizar a un pueblo con una propaganda dirigida “inteligentemente”, que mata la creatividad, entre otros valores...
Es inmoral el machismo, que considera a la mujer como una cosa u objeto de placer...
Es inmoral el auge “inteligentemente” comercializado de la droga, que quiebra y corrompe a nuestra juventud con una felicidad ficticia, fruto de una sociedad caduca que reclama cambios sustanciales...
Pero es también inmoral el que ejerce el vil oficio de delator, y manosea la dignidad de las personas...
Es inmoral el que pervierte su vida y la desfigura con la triste imagen del calumniador...
Es inmoral el torturador que agudiza su inteligencia para atormentar a sus hermanos, física, psicológica y moralmente...
Es inmoral el usurero y el opresor...
Es inmoral el que usa de su responsabilidad de servidor de la comunidad para la coima o para corromper a sus subalternos con el afán de lucro, status o poder...
Es inmoral el que es infiel y traiciona a su hermano...
Es inmoral el que obstaculiza, para satisfacer sus propios intereses, todo auténtico cambio que haga más feliz al pueblo silenciado, marginado, explotado...
Es inmoral el que profana su hogar con la infidelidad, considerándola como timbre de hombría...
Es inmoral el que comercializa su profesión, sin importarle las vidas inocentes, la dignidad personal de sus clientes y pacientes o la eliminación de un ser humano en el seno materno...
Es inmoral el aprovechamiento de situaciones económicas desesperadas, y de la debilidad humana, para prostituir a la mujer...
Es inmoral el que administra la justicia venalmente...
Es inmoral todo gesto que degrada a la mujer y la convierte en articulo codiciable y comercializable...
Es inmoral toda ley injusta...
Es inmoral la represión que atenta contra el legítimo y verdadero uso de la libertad...
Es inmoral la mentira institucionalizada…
Es inmoral el que siembra odio y división...
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3/5/2020 • 6 minutes, 53 seconds
Carta de Elena Itatí Risso (Lucía Cardoso)
Las cartas desde el encierro podrían ser todo un subgénero dentro del epistolar. La protagonista de esta se llama Elena Itatí Risso. Ella vivió diez años como monja, dos de ellos en clausura total en un convento de Córdoba. A inicios de los 70, descubrió la Teología de la Liberación y se fue a trabajar a un barrio pobre en las afueras de Rosario. Fue detenida en esa ciudad en febrero de 1976, a sólo un mes del golpe militar. Y liberada un año después.
Esta carta cuenta esos meses duros, sí. Pero también habla de necesidad de encontrar resquicios de vida pese al horror. El texto forma parte de la muestra “Cartas de la dictadura”, que se realizó en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires.
Lee la actriz Lucía Cardoso.
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Era martes y los martes teníamos un manjar: huesos de caracú hervidos y pasados por el horno. Era lo más parecido a un asadito, pero lleno de grasa. Igual nos parecía una delicia. Luego venía el trabajo artesanal: hervirlos hasta eliminar el último vestigio de materia orgánica y dividirnos el botín entre todas, a todas nos correspondía un trocito de hueso.
Cuando tuve en mis manos el primer huesito listo para trabajar, pensé en mi mamá. Era la primer destinataria, la primera joya sería para ella. Y comienzo la tarea, con las peligrosas armas de que disponíamos: una vigésima parte de una gillete y la mitad de una horquilla de cabello. Y con ese invisible, dale que dale cada día, dando forma, puliendo en el piso o en el banco del calabozo, una y otra vez. Teníamos tanto tiempo... todo el tiempo... días, meses...
Cuando estuvo la forma que me pareció adecuada, había que pensar qué motivo le iba a dibujar. Y sólo pensé en la M de María, su nombre, y también de Mamá.
Con el centímetro de hojita de afeitar empecé a limar y tallar esa pieza que sería la joya encargada de transportar mi amor, mi nostalgia y mi gratitud, por su comprensión, por el apoyo incondicional, por estar siempre ahí donde yo estuviese. Sin reclamos, sin reproches. Sólo estando allí, con todo su corazón.
Luego, con el trocito de horquilla, hacer el agujerito para pasar el cordel o cadenita. Después el teñido, con el poquito de té que nos sobraba, y con restos de tabaco usado, cocinando para dar tono. Los toques finales dando el sombreado a la letra y listo el colgante.
Allá iría, mensajero de mi abrazo, de mis lágrimas y de nuestro dolor.
Elena Itatí Risso.
2/26/2020 • 5 minutes, 10 seconds
Carta de Italo Calvino sobre el aborto (Arturo Bonín)
En Italia, el país del Papa, el aborto es legal desde 1978. La aprobación de la ley estuvo precedida por innumerables debates en torno al tema. Y fuertes presiones por parte de la Iglesia católica. Tres años antes de la aprobación del Parlamento italiano, el periódico Corriere della Sera abrió sus páginas para que el tema fuera discutido por intelectuales. Uno de ellos, el escritor Claudio Magris, hizo uno titulado “Los ingenuos”, en el que se mostraba en contra de la interrupción del embarazo. Italo Calvino, colega y amigo, salió a contestarle. ¿Puede una carta ser un brillante ensayo argumentativo y, a la vez, una carta de ruptura de un amigo? Sí, claro. Si el que escribe tiene el talento y la claridad del autor de “Las ciudades invisibles”. Lee el actor Arturo Bonín.
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Estimado profesor Magris:
Me ha decepcionado mucho leer su artículo. Me lastimó en demasía que usted lo hubiera escrito y enterarme de que usted piensa así. Traer a un niño al mundo tiene sentido sólo si el niño es deseado consciente y libremente por sus padres. De otro modo, se trata simplemente de comportamiento animal y criminal. Un ser humano se convierte en humano no sólo por la convergencia causal de ciertas condiciones biológicas, sino a través del acto de voluntad y amor de otras personas. Si este no es el caso, la humanidad se convierte -lo cual ya ocurre- en lo más parecido a una madriguera de conejos. Una madriguera constreñida a las condiciones de artificialidad en las que existe, con luz artificial y alimentos químicos.
Sólo aquellas personas que están convencidas al cien por cien de poseer la capacidad moral y física no sólo de mantener a un hijo sino de acogerlo y amarlo, tienen derecho a procrear. De no ser el caso, deben primeramente hacer todo lo posible para no concebir y si conciben, el aborto no representa sólo una triste necesidad sino una decisión altamente moral que debe ser tomada con completa libertad de conciencia. No entiendo cómo puedes asociar la idea del aborto con el concepto de hedonismo o de la buena vida. El aborto es un hecho espeluznante.
En el aborto la persona que es vulnerada física y moralmente es la mujer. También para cualquier hombre con conciencia cada aborto es un dilema moral que deja una marca, pero ciertamente aquí el destino de una mujer se encuentra en una situación desproporcionada de desigualdad con el hombre, y cada hombre debería morderse la lengua tres veces antes de hablar de estas cosas.
Justo en el momento en que intentamos hacer menos bárbara una situación en la cual la mujer está verdaderamente aterrada, un intelectual usa su autoridad para que esa mujer permanezca en este infierno. Déjame decirte que eres verdaderamente responsable, por decir lo mínimo. Yo no me burlaría tanto de las "medidas de higiene profiláctica", ciertamente nunca te has sometido a rasgarte el vientre. Pero me encantaría ver tu cara si te forzaran a una operación en la mugre y sin los recursos que hay en los hospitales.
Lamento que tal divergencia de opiniones en estas cuestiones éticas básicas haya interrumpido nuestra amistad.
Italo Calvino.
2/19/2020 • 6 minutes, 2 seconds
Carta de Roberto Payró sobre las condiciones de viaje de los inmigrantes (Mauricio Dayub)
Alguna vez, Octavio Paz dijo: "Los mexicanos descienden de los aztecas; los peruanos, de los incas y los argentinos, de los barcos". Ese dicho tiene una razón. Desde 1870 hasta los años de la Primera Guerra Mundial, Argentina recibió un enorme flujo de inmigrantes. Sin embargo, la frase no deja de ser inexacta. Nuestro país es mucho más complejo que esos relatos construidos y está lleno de voces que fueron históricamente silenciadas.
De todas formas y hecha esta aclaración, esta carta es una historia de barcos. Roberto J. Payró fue uno de los grandes creadores del teatro argentino, periodista y escritor. Y uno de los primeros en introducir la idea de cronista de viajes en el país. En esta carta, le cuenta al escritor José León Pagano su experiencia a bordo de un barco. Pero no cualquier barco sino uno en el que se viajaba en condiciones miserables y que trasladaba a inmigrantes europeos que llegaban a la Argentina a principios del siglo XX. Lee el actor y director Mauricio Dayub.
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A bordo del “Pelagus”, 14 de diciembre de 1903
Mi querido amigo:
Mañana, por fin, vamos a desembarcar, con dos días de atraso, y entonces echaré al correo esta primera carta que te escribo, todavía bajo la impresión de terribles emociones.
Mi pasaje de tercera me dio un sitio entre cuatrocientos cincuenta pobres diablos como yo, que llenan el entrepuente convirtiéndolo en una especie de plaza de aldea en día de mercado, pero sin aire, ni luz, ni alegría. Está rebosando de hombres, mujeres, niños, en revuelta confusión, que hablan todos los idiomas, exhalan todos los olores, visten todos los harapos….
No te puedes imaginar lo que una persona medianamente educada, por mucho que sea la amplitud de su espíritu, padece en lo físico y lo moral durante uno de estos viajes dolorosos y deprimentes. Mis compañeros mismos, aunque en su mayoría hechos a la miseria, se sienten rebajados de su dignidad de hombres, y se rebelan instintiva e inconscientemente contra ello, manifestando la protesta con su irritabilidad y mal humor.
Considérame en este hacinamiento humano, entre multitud de mareados que en un principio aumentaban minuto por minuto, con las apreturas, la falta de aire, el hedor, el contagio inevitable por la excitación y luego depresión de los nervios….
En los primeros días, yo no podía estar sino en el puente, echado de bruces sobre la borda, mirando el mar, bebiendo la buena brisa del Océano, hasta que la fatiga me obligaba a ir a acostarme abajo, en aquellas mazmorras de madera, en que las camas parecen oscuros estantes, para mercancías sin valor, desperdicios de humanidad.
Mis pobres compañeros, anónimas reses de aquel rebaño encajonado, sufrían también. Y en medio de la noche, entre ronquidos y respiraciones anhelosas, se escuchaban pasajeros sofocados, ruegos, alguna imprecación y algún lejano juramento.
Roberto J. Payró.
2/5/2020 • 5 minutes, 4 seconds
Astor Piazzolla (Pipi Piazzolla)
Esta carta, como muchas de Epistolar, tiene una pequeña historia. Una historia protagonizada por dos de los nombres más grandes que dio el tango argentino: Carlos Gardel y Astor Piazzolla. Cuando Astor era un niño de 11 años, vivía en Nueva York con su familia. Tenía un bandoneón que su padre le había comprado en una casa de empeños por 18 dólares.
En aquel tiempo, mediados de la década del 30, Gardel ya era una estrella internacional. Llegó a Estados Unidos para grabar la película “El día que me quieras”. Y Astor hizo una pequeña participación como vendedor de diarios.
Cuando Gardel escuchó a Piazzolla tocar el bandoneón, quedó maravillado. Tan fascinado quedó que quiso llevarlo con él a su gira por América. Pero su familia dijo que era demasiado chico y no lo dejó partir. Alguien dijo que somos juguetes del destino y tenía toda la razón. Piazzolla no se embarcó en esa gira, en la que murió Gardel en un accidente aéreo en Colombia.
Muchos años después, en 1978, Piazzolla le escribió esta carta imaginaria. Una misiva que no deja de ser una declaración de amor. Una reverencia. Y una licencia para permitirse bromear con la muerte. Lee el músico y nieto del bandoneonista, Pipi Piazzolla.
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Buenos Aires, año 1978.
Querido Charlie:
Quizá llamándote Charlie te acordarás del pibe de 13 años que vivía en Nueva York, que era argentino y tocaba el bandoneón. El que trabajó de canillita en “El día que me quieras”. Te puse Charlie cuando me preguntaste, en tu casa, cómo se decía Carlitos en inglés.
¿Te acordás cuando te llevé un muñeco de madera que había tallado mi viejo? Esa mañana me dedicaste dos fotos. Una para Vicente Piazzolla y la otra para el “simpático pibe y futuro gran bandoneonista”. De 1934 a hoy, 1978, pasaron 44 años y realmente no te fallé.
¿Te acordás cuando me llevabas a tus filmaciones en los Estudios Paramount, de Long Island, en febrero de 1934? Fue la peor nevada del año, dos metros de alto y 10° bajo cero. Y yo era tu traductor de piropos a las pibas que te querían conocer.
Por las tardes solía acompañarte a que te compraras ropa en las grandes tiendas de Nueva York. Compraste tus dichosas camisas con rayas verticales y horizontales. Docenas de ellas, zapatos de charol, borsalinos, como si te sobrara la guita.
Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de “El día que me quieras”. Fue en honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango. ¡Primer tango de mi vida y acompañando a Gardel!
Al poco tiempo te fuiste con Le Pera y tus guitarristas a Hollywood. ¿Te acordás que me mandaste dos telegramas para que me uniera a Uds. con mi bandoneón? Era la primavera del ’35 y yo cumplía 14 años. Los viejos no me dieron permiso. Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa.
Comienza una nueva época en mi vida. Volvemos a Mar del Plata en el ’36. Me agarra el flechazo de la música y estudio locamente el fuelle. Mi bandoneón y yo nos vamos a Buenos Aires y debuto con Aníbal Troilo. ¿Sabes quién era Troilo? El era vos tocando el bandoneón. Es como decir: tu continuador.
¿Sabés una cosa? A mí tampoco me gusta el avión, menos esa catramina que tomaste vos. Pero..., después de tu ausencia, comienzan a aparecer los nuevos personajes de Buenos Aires. Charlie... le arruinaste la vida a los cantores, esos que solían decir “menos mal que se fue Gardel y hay más laburo para nosotros” , y otros contestaban: “guarda muchachos, que quedan los discos”.
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1/29/2020 • 7 minutes, 25 seconds
Salvadora Medina Onrubia (Susana Pampín)
Salvadora Medina Onrubia fue una escritora, periodista, dramaturga, anarquista y feminista, que nació en 1894 en La Plata. Pero como la historia se encarga de invisibilizar a las mujeres, muchos libros y artículos se refieren a ella como “la esposa de Natalia Botana”, el director del diario Crítica. En 1931, José Félix Uriburu ordenó la clausura de ese diario y encarceló a la pareja. Apenas sucedió eso, un grupo de intelectuales le pidió a Uriburu su “magnanimidad” por su condición de “mujer, poeta y madre”. Pero ella no quería nada de eso. Desde la cárcel, escribe esta carta en la que le manifiesta su desprecio al dictador. “Soy en mi carne la Argentina misma”, dice esta joya de la literatura rebelde. Lee la actriz Susana Pampín.
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Cárcel del Buen Pastor, 5 de julio de 1931
Gral. Uriburu, acabo de enterarme del petitorio presentado al gobierno provisional pidiendo magnanimidad para mí. Agradezco a mis compañeros de letras su leal y humanitario gesto; reconozco el valor moral que han demostrado en este momento de cobardía colectiva al atreverse por mi piedad a desafiar sus tonantes iras de Júpiter doméstico. Pero no autorizo el piadoso pedido … Magnanimidad implica perdón de una falta. Y yo ni recuerdo faltas ni necesito magnanimidades.
Señor general Uriburu, yo sé sufrir. Sé sufrir con serenidad y con inteligencia. Y desde ya lo autorizo que se ensañe conmigo si eso le hace sentirse más general y más presidente. Entre todas esas cosas defectuosas y subversivas en que yo creo, hay una que se llama karma, no es un explosivo, es una ley cíclica. Esta creencia me hace ver el momento por que pasa mi país como una cosa inevitable, fatal, pero necesaria para despertar en los argentinos un sentido de moral cívica dormido en ello. Y en cuanto a mi encierro: es una prueba espiritual más y no la más dura de las que mi destino es una larga cadena. Soporto con todo mi valor la mayor injuria y la mayor vergüenza con que puede azotarse a una mujer pura y me siento por ello como ennoblecida y dignificada. Soy, en este momento, como un símbolo de mi Patria. Soy en mi carne la Argentina misma, y los pueblos no piden magnanimidad.
En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado, me siento más grande y más fuerte que Ud., que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables y a denigrar e infamar una mujer ante los ojos de sus hijos ... y eso que tengo la vaga sospecha de que Ud. debió salir de algún hogar y debió también tener una madre. Pero yo sé bien que ante los verdaderos hombres y ante todos los seres dignos de mi país y del mundo, en este inverosímil asunto de los dos, el degradado y envilecido es Ud. y que usted, por enceguecido que esté, debe saber eso tan bien como yo.
General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio.
1/22/2020 • 6 minutes, 13 seconds
Episodio 10 - Luis Alberto Spinetta (Lisandro Fiks)
Año 1971. Argentina era gobernada por el presidente de facto Alejandro Lanusse. La Sociedad Argentina de Autores y Compositores, conocida por todos como SADAIC, tomaba un examen a los músicos. Un examen que los acreditaba como miembro de la institución con derecho a cobrar por sus obras. Un día, se acercó un tal Luis Alberto Spinetta para rendir esa ridícula y burocrática evaluación de creatividad musical. En ese momento, tenía 21 años. El fundador de Almendra y autor de Muchacha ojos de papel reprobó el examen. Esta fue su respuesta al jurado de la evaluación. Lee el actor, director y músico Lisandro Fiks.
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Al jurado de examen para la inscripción de socios de SADAIC.
Estimados Rectores:
¡Quién de ustedes llora el sufrimiento eterno!
¿Qué sutileza irreal envuelve sus oídos gastados?
Las circunstancias se redondean al conocerse los daños, pero nunca, desde mi hermoso corazón, al escupir sobre las músicas. Los días, es cierto, pasaron desde mi examen, los sonetos letrinosos con los que se pretendía la formalidad armónica de una canción original, que pudiese ser calificada por un jurado de eliminación, ni siquiera hubieran servido para un silencio ad libitum.
¿Qué pretende la mente corrompida cuando seduce a la inspiración profunda sólo para exhalar flatos onánicos desde el trono de un juicio musical?
¿Es que este tipo de úlceras van siendo ciertas a medida de sus respectivas esclavitudes, señores empleados de la música?
Mi cerebro está totalmente intacto, puedo asegurarlo con mi risa.
Cuando el viento rasga las equilibradas hojas de los paraísos de Buenos Aires, no hay quien disponga de compases, de puntillos milimétricos o de progresiones armónicas aptas para esa música.
Ustedes deben destapar sus oídos, para destapar sus cerebros, cualquier revólver llegaría inexorablemente tarde.
Luis Alberto Spinetta.
1/15/2020 • 4 minutes, 25 seconds
Episodio 9 - Carta de Juliette Drouet a Víctor Hugo (Paloma Contreras)
Una carta a la mañana. Otra a la noche. Ésa fue, durante más de 50 años, la rutina epistolar del escritor Víctor Hugo y de su amante, la actriz Juliette Drouet. Esta carta es una declaración de amor, pero también un ruego. Juliette quiere saber si está hecha para el oficio de la actuación. Tiene dudas que la atormentan. La crítica fue feroz con ella después de su actuación en la pieza “Marie Tudor”. Fue tan cruel que decidieron reemplazarla después de la primera función. Lee la actriz Paloma Contreras.
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Noviembre de 1834
Mi querido, amado, he aquí esta carta, muy corta por la forma y muy larga de fondo, pues contiene todos mis sentimientos, todo mi corazón. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, y eso es todo. No es muy cansado para el espíritu y es muy dulce para el corazón – te quiero.
Mi adorado, me has hecho muy feliz, a veces doblemente feliz, pues compartías mi felicidad. No obstante, tengo un sentimiento de tristeza y de inquietud que no me deja casi nunca, que quisiera ocultártelo siempre, pero esta noche desborda mi pecho, es necesario que te lo muestre.
Tengo miedo de ser para siempre una pobre chica. Tengo miedo de que esta inacción en la que vivo desde hace un año, acabe en mi ruina ya iniciada por el fracaso de Marie Tudor. Tengo miedo de que tu aparente tranquilidad en lo que concierne a mi carrera dramática no sea considerada como la más formal confesión de que no puedo aspirar a un futuro en mi oficio.
Tu posición y la mía vuelven estos temores en verdaderos tormentos que me obsesionan noche y día, que cambian la naturaleza de mi carácter, que destruyen mi coraje y me quitan toda confianza en la duración de nuestra felicidad. Quisiera estar segura de que mis temores son solamente meros temores, y entonces retomaría mi alegría y mi resignación con las dos manos. Pero... ¿quién va decirme la verdad sobre el tema? ¿Tu te atreverás? Te ruego de rodillas. Dime la verdad, nada más que la verdad cualquiera que sea, que sepa al menos dónde estoy en lo que toca mi futuro, que sepa de manera segura lo que piensas de mí. Te pido tu opinión en toda consciencia, te la pido con las manos juntas. Prefiero la certidumbre de mi ruina que la duda. Así pues, no te andes con contemplaciones.
He aquí una carta muy corta por la forma, decía al empezar, porque mi intención era terminarla en te quiero. Pero fui arrastrada por la necesidad de abrirte mi corazón, por dejar escaparse mi aflicción y el desaliento que me devoran desde hace tiempo. Perdona mi flaqueza. Hubiera debido esperar a que ya no estés tan ocupado, pero no lo pude. Perdóname por el amor que tengo por tí.
El temor es también parte del amor más apasionado y más delicado. Es cierto.
Juliette
1/8/2020 • 6 minutes, 11 seconds
Episodio 7 - Carta de John Lennon a Paul y Linda McCartney (Antonio Birabent)
Año 1971. Pasaron ya algunos meses desde la separación de Los Beatles. John Lennon está furioso con Paul y Linda McCartney. Esta carta es una respuesta a una misiva de ella, en la que lo castigaba por no anunciar públicamente su partida de la banda. Estas palabras son sólo el primer disparo de una guerra legal por tomar el control -y el negocio- de uno de los grupos más influyentes de la historia de la música. Lee el músico y actor Antonio Birabent.
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Estimados Linda y Paul,
Estaba leyendo tu carta y me preguntaba quién es el fan de los Beatles de mediana edad que escribió lo que escribió. Me resistí a mirar la última página para averiguar… ¡Qué mierda! ¡Es Linda!
¿De verdad crees que la prensa está detrás de mí? ¿Qué piensas? ¿Quién crees que somos? Espero que te des cuenta de la mierda que sos y que el resto de tus amigos pusieron en Yoko y en mí porque estuvimos juntos. A veces podría haber sido un poco más sutil, pero ahora no puedo. Así que lo mínimo que pueden hacer por nosotros, si no te importa lo que digo, es callarte. ¡Callate, Linda! Deja que Paul escriba –o lo que sea que haga.
No me avergüenzo de los Beatles (yo hice que todo comenzara). Pero sí de la mierda que aceptamos para hacernos tan grandes. Pensé que todos nos sentimos de esa manera en diversos grados. Obviamente no fue así.
¿De verdad crees que la mayoría del arte de hoy surgió por los Beatles? No creo que estés tan loco, Paul, ¿crees eso? ¡Cuando dejes de creerlo podrás despertar! ¿No dijimos siempre que éramos parte del movimiento… pero no todo? Por supuesto, cambiamos el mundo, pero trata de seguir adelante. ¡Deja tu disco de oro y volá!
Disculpa si utilizo el “Espacio Beatle” para hablar de otras cosas. Obviamente si le siguen haciendo preguntas a los Beatles, yo las responderé. Me preguntan sobre Paul y yo respondo. Sé que algo de esto se vuelve personal, pero trato de responder directamente.
No me molesta tu marido, Linda. Siento lastima por él. Sé que los Beatles son “gente bastante agradable”. Soy uno de ellos. También son unos grandes bastardos como cualquier otra persona, así que ¡bájense de ese caballo! Por cierto, en un año, hemos tenido inquietudes más interesantes en nuestras nuevas actividades de las que tuvimos a lo largo de la era de los Beatles.
Por último, respecto a no decirle a nadie que dejé Los Beatles, Paul y Klein pasaron el día convenciéndome que era mejor no decir nada. Me pedían que no dijera nada porque haría daño a los Beatles. ¿Lo recuerdas? Así que mantén eso en tu pequeña mente perversa, Sra. McCartney. Los imbéciles me pidieron que me callara.
Por supuesto, el aspecto del dinero es importante para todos nosotros, especialmente después de toda la mierda que viene de su familia política bastante insana. ¡Que Dios te ayude, Paul! Nos vemos en dos años, creo que ya habrán terminado entonces.
A pesar de todo,
Mucho amor para ambos, de parte de nosotros dos.
12/25/2019 • 5 minutes, 23 seconds
Episodio 5 - James Joyce (Yael Gutman)
Todos conocen a James Joyce como uno de los escritores más influyentes del siglo XX y, claro, por su obra maestra Ulises. También fue un gran escritor de cartas. Mantuvo durante un tiempo una relación epistolar con su esposa, la escritora Nora Barnacle. Estas son cartas con tal grado de lujuria, que sus descendientes decidieron mantenerlas ocultas por muchos años. La carta como una evocación, como un intento de revivir la cópula. Palabras que suenan, por momento, como el mismo sexo: brutal e irresistible. Lee la actriz Yael Gutman.
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Mi dulce y traviesa pajarita cogedora. Aquí está otro billete para comprar lindos calzones o medias o ligas. Compra calzones de puta, amor, y asegúrate de rociarles las piernas con algún agradable aroma y también de mancharlas un poquito atrás.
Pareces ansiosa de saber cómo recibí tu carta que dices es peor que la mía. ¿Cómo que es peor que la mía, amor? Sí, es peor en una o dos partes. Me refiero a la parte en la que dice que lo harás con tu lengua (no me refiero a que me chupes) y en esa amable palabra que escribiste bien grande y subrayada, pequeña canalla. Es excitante escuchar esa palabra (y una o dos más que no escribiste) en los labios de una chica. Pero prefiero que hables de ti y no de mí. Escríbeme una larga, larga carta, llena de esas y otras cosas, acerca de ti, querida.
Ahora ya sabes cómo regalarme una erección. Dime las más pequeñas cosas acerca de ti tan detalladamente mientras sean obscenas, sucias y secretas. No escribas otra cosa. Deja a cada oración llenarse de sucias e impúdicas palabras y sonidos. Son lo más amo oír y ver en el papel, porque las más sucias son las más hermosas.
Las dos partes de tu cuerpo que hacen cosas sucias son las más amadas por mí. Prefiero tu culo, querida, a tus tetitas porque hace cosas más sucias. Si amo tanto tu coño no tanto por ser la parte de tu cuerpo que penetro, sino porque hace otra cosa sucia. Puedo pasar todo el día acostado putaneando mientras miro la divina palabra que escribiste, y la cosa que dices quisieras hacer con tu lengua. Desearía poder oír tus labios murmurando esas celestiales y excitantes palabras sucias, ver tu boca haciendo ruidos y sonidos sucios, sentir tu cuerpo culebreando debajo mío oír y oler los gruesos sucios pedos de niña irse pop pop fuera de tu hermoso culo desnudo de niña y coger, coger, coger el sexo de mi caliente villana, mi pequeña y cogedora pajarita, por siempre.
Estoy feliz ahora, porque mi putita dijo que quiere que lo hagamos por atrás, y quiere que la coja por la boca, y quiere desabotonarme y sacar mi petaca y chuparla como una teta. Más y más sucias que éstas cosas quiere ella hacer, mi pequeña y desnuda cogedora, mi pícara y pequeña culeadora, mi dulce y sucia pedorrita.
Buenas noches mi pequeño coñito, me voy a acostar y jalármela hasta acabar. Escribe más y más sucio, querida. Hazle cosquillitas a tu pequeño coño mientras me escribes para que te haga decir peores y peores cosas. Escribe grande las palabras obscenas y subrayadas y bésalas y ponlas un momento en tu dulce coño caliente, querida, y también levanta un momento tu vestido y ponlas debajo de tu querido culito pedorro. Haz más si quieres y mándame entonces la carta, mi querida pajarita cogedora del trasero café.
12/12/2019 • 6 minutes, 27 seconds
Episodio 49 - Carta de un padre a una hija contándole cómo es la selva (Tálata Rodríguez)
Tálata Rodríguez nació en 1978 de madre argentina y padre colombiano. Entre los 10 y los 22 años, mantuvo con su padre una relación estrictamente epistolar. Él era profesor, pintor, escritor, viajero y "nómade estelar", como puso en algún pasaporte. Las cartas que su padre le mandaba eran más que cartas. Llegaban con semillas, ramas, pétalos, hojas y acotaciones a veces ilegibles. En uno de sus muchos viajes, llegó a la región amazónica de Colombia. En esta carta, que Tálata lee y que salvó de la muerte por humedad, su papá le cuenta cómo es la selva.
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Este pedazo de Colombia limita con el Brasil, y está habitado por nativos (piratapuyos, cubeos, tucanos, curipatos) desde hace siglos; y estando con ellos, uno está como al comienzo del mundo: andan descalzos, los niños y las niñas caminan con destreza, saltan charcos y son muy queridos por sus padres. Son muchos, viven en Malocas.
Mantienen a toda hora el fuego encendido y comen sin horario. Si a las 3 AM cogieron un venadillo o un chigüiro lo preparan y todos se levantan a comer. La noche buena tenía una orquesta de grillos y sapos y culebras y chicha para todos. La chicha es de maíz, ñame, o casabe, o fariña, y emborracha suave.
Bailan un carrizo: un baile en espirales, como si una serpiente se desenroscara, y el hombre toca el carrizo, la flauta de caño, y la mujer va de gancho. A las indígenas les gusta el cabuco, el hombre blanco; y el amarillo, la gente rubia. Todos llevan algo de comer o de beber a la fiesta.
Me emborraché con ellos y mi corazón botó el veneno de los engaños, hasta llorar solo con las estrellas, las hojas y los árboles, a quienes les grité mi pena. El viento de la selva sopló fuerte y se llevó el nombre de la única mujer que existe para mis sentimientos: Tálata Andrea.
10/14/2019 • 3 minutes, 17 seconds
Episodio 42 - Cesare Pavese (Pablo Caramelo)
El amor tiene la virtud de desnudar no a los dos amantes, uno al frente del otro, sino a cada uno delante de sí. Eso decía Cesare Pavese sobre los vínculos. El novelista, poeta y crítico fue una de las más grandes figuras literarias de la Italia del siglo XX. En esta carta, le escribe a Pierina. Pero más que una carta de amor es una confesión -reposada y serena- de su soledad. Lee el actor, poeta y director Pablo Caramelo.
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Bocca di Magra, Agosto 1950
Querida Pierina, terminé causándote esta aflicción, o esta amargura, pero créeme no podía cumplir de otra forma. La razón inmediata es la inquietud de esta carrera en la que, sin bailar ni conducir, acabo perdedor, pero hay un motivo aún más cierto. Yo estoy, como se dice, al final de la vela.
Pierina, quisiera ser tu hermano, -primero porque de esa manera no habría una relación frívola entre nosotros-, y además para que tú pudieses escucharme y creerme con confianza. Si me he enamorado de ti no es porque te desease sino porque tú estás hecha con mi misma levadura, actúas y hablas como haría yo, en cuanto hombre, si en vez de haber aprendido a escribir, hubiese tenido tiempo para aprender a estar en el mundo. En realidad, en lo que yo he escrito y en tus días cohabitan la misma elegancia y seguridad. Sé, por lo tanto, con quien hablo.
Pero vos, por árida y cínica que seas, no estás al final de la vela como yo. Sos eres joven, increíblemente joven, sos como yo a los veintiocho años cuando, decidido a matarme por no sé qué decepción, no lo hice –tenía curiosidad por el mañana y por mí mismo- la vida me había parecido horrorosa pero aún así seguía teniendo interés en mí mismo.
Ahora es todo lo contrario: sé que la vida es preciosa, pero yo ya no estoy en ella, todo gracias a mí, y que esta es una fútil tragedia, al igual que tener la diabetes o el cáncer de los fumadores.
¿Puedo confesarte, amor, que nunca me desperté con una mujer a mi lado que sintiese mía, que ninguna de las que amé me tomó en serio, y que ignoro la mirada de agradecimiento que dirige una mujer a su hombre? Y, ¿recordarte que, a causa de mi trabajo, siempre tuve los nervios tensos y la imaginación clara y preparada, y el gusto de ganarme la confianza de los demás? Y, ¿que llevo cuarenta y dos años en el mundo?
La vela no puede quemarse por ambas partes –en mi caso la quemé entera por un solo lado y su ceniza son los libros que he escrito. No te digo todo eso para suscitarte piedad sino para clarificar, para que no creas que cuando me enfurruñaba fuera por diversión o para mostrarme intrigante. Yo ya estoy más allá de la política. El amor es como la gracia de Dios, no nos sirve la astucia.
En cuanto a mí, te quiero, Pierina. Te quiero como una hoguera. Llamémoslo el último esguince de la vela. No sé si volveremos a vernos. A mí me gustaría –en verdad no anhelo otra cosa- sin embargo, muy a menudo me pregunto qué te aconsejaría si fuera tu hermano. Lástima que no lo soy.
Amor.
Cesare Pavese
8/26/2019 • 5 minutes, 42 seconds
Episodio 28 - Clarice Lispector (Camila Fabbri)
Olga Borelli era una profunda admiradora de la obra de Clarice Lispector. Un día, se acercó a la escritora ucraniana con la idea de pedirle un autógrafo. Se hicieron grandes amigas y Olga pasó a ser su secretaria y editora. En esta carta, Clarice le agradece su amistad. Le cuenta de sus fragilidades. Y celebra los encuentros fortuitos que todavía nos regala esta vida. Lee la escritora y dramaturga Camila Fabbri.
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Olga, escribo esta carta a máquina porque mi letra anda pésima. He encontrado, sí, una nueva amiga. Pero tú sales perdiendo. Soy una persona insegura, indecisa, sin rumbo en la vida, sin timón para guiarme: en realidad no sé qué hacer conmigo. Soy una persona muy miedosa. Tengo problemas reales gravísimos que después te contaré. Y otros problemas, esos de la personalidad. ¿Tú me quieres como amiga aún así? Si lo quieres no digas que no te he avisado. No tengo cualidades, sólo fragilidades. Pero a veces (no pongas atención en los acentos, quien los pone por mí es el tipógrafo), pero a veces tengo esperanza. El paso de la vida a la muerte me asusta: es igual como pasar del odio, que tiene un objetivo y es limitado, al amor que es ilimitado. Cuando me muera (modo de decir) espero que tú estés cerca. Tú me has parecido una persona de enorme sensibilidad, pero fuerte. Tú has sido mi mejor regalo de cumpleaños. Porque el día 10, jueves, fue mi cumpleaños, y tú me has regalado el Niño Jesús que parece un niño alegre que juega en su cuna tosca. A pesar de que, sin que tú lo sepas, me has dado un regalo de cumpleaños, sigo creyendo que mi regalo de cumpleaños ha sido tu propia aparición, en una hora difícil, de gran soledad. Necesitamos charlar. Resulta que yo creía que no había más que hacer. Entonces vi un anuncio de un agua de colonia Coty, llamada Imprevisto. El perfume es barato. Pero me sirvió para recordarme que lo bueno inesperado también sucede. Y siempre que estoy desanimada, me pongo el Imprevisto. Me da suerte. Tú, por ejemplo, no estabas prevista. Y yo imprevistamente acepté la tarde de autógrafos.
Tuya,
Clarice